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Yolanda Bedregal
OBRA - POESIA - NADIR

NADIR (1950)

COLLAR DE NUEVE LUNAS

¡Collar de nueve lunas hechas y de sombra y canto!
Fue en un principio polen caído desde un astro
a la mar jubilosa de la noche soleada.
Fue después una lágrima que se clavo en mi pecho,
como apretado nudo de todas las angustias:
Espanto de universos anudando las células,
y luego los abismos de renovado anhelo
trayendo en las caídas claridad temblorosa.

Allí las infantiles blancuras que se queman
en primitivos miedos de párpados cerrados,
de agazapadas alas sobre inmaduro huevo.

Y, de súbito, espadas batiéndose en el duelo
de las pródigas lluvias cambiantes, enigmáticas;
temblor de las escarchas caídas en el pasto
velloso que suaviza las mórbidas columnas
vagabundas del cuerpo que tantearán caminos.

Semilla que traspasa tejidos olvidados,
que reconstruye espejos quebrados por los años
y hace surgir juguetes que se hicieron fantasmas
en los viejos tapices, en los cajones rotos.

Después, un hilo cálido que va tejiendo huesos,
que va amasando flores sobre leve zarcillo
que se anuda y repite misterioso y secreto
en el líquido canto que agoniza en la vida.

La firme media noche su compás mudo rompe
y empieza el primer tono de la música abierta.
¡Oh júbilo doliente de la cabeza erguida
oh júbilo doliente de los miembros atados!

¡La orquesta en la tiniebla hace danzar la sangre!
Encarcelada ola que ya no halla reposo
en el limbo que encierra un alba evanescente
y que guarda ya el germen de la implacable Noche.

Gira en todos los signos de las constelaciones
la espesa sombra errante que habrá de ser un niño.

¡Madre! ¡Noche cerrada! Materia iluminada
por vacilante faro de intemporal vorágine.

¡Hijo! ¡Amaneciente Día, tormenta amenazada,
ciega embriaguez abriendo alucinados ojos!

¡Uno ovillo de gritos rodará por el mundo!
El ánfora del sueño se vaciará en vigilias
desde el perfil henchido de la novena luna.

Hijo nuestro, hijo nuestro, estrella en el azar,
que te reciba un ángel cuando la puerta se abra.
Sea tierna la tierra para tu frágil cuerpo;
sea fuerte tu espíritu para la inmensa herida.

¡Guárdanos a tu padre y a mí en el despertar!
Y los tres dormiremos en paz la Eternidad.