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Yolanda Bedregal
OBRA - NARRATIVA - LA MUERTE DEL PIANO

BAJO EL OSCURO SOL

LA MUERTE DEL PIANO
( Fragmento de la novela Bajo el Oscuro Sol)

En plena Alameda, entre gritos y banderas improvisadas, la muchedumbre no ahíta del saqueo, incendió el gran piano de cola. Se erguía la mole negra en tres patas como toro sudoroso, esperando la banderilla que no vino de frente sino en rastreras lenguas.

Lamieron el barniz hasta dejarlo como una piel enferma; goterones de sangre rojinegra brotaron por los flancos. Los cascos se hundían en el asfalto caldeado; los pedales metálicos trataban de retener el peso del cuerpo orquestal. Al fin cedieron al suelo reblandecido; maderas rociadas de gasolina apuraban el fuego. El piano cayó arrodillado. Todavía con el pecho henchido, resistía. Y ya no pudo más. Se desplomó.

Entre bramar de cuerdas reventadas se abrió la tapa colosal. Ya no era el toro en reto a la mañana brava. Era pájaro gigante caído de costado, (¿desde qué cielos?). El ala impar parecía querer proteger la garganta sagrada. Grifo mitológico derrotado, acezaba con el ala al sesgo. Entorno, un coro humano de aquelarre desafinaba impotencia, ira, contento, miedo, curiosidad, inconsciencia. El fuego crepitaba, danzaba pugnando por entrar a la pulpa de los martilletes. La tapa, erecta todavía, lo impedía. Tras larga lucha, también se abatió sobre la encordadura al rojo.

Del piano en holocausto quedaba aún la boca pronta a descarnarse. Alguien trató de abrirla a lanzazos. Como la resina coagulada la adhería más, otros reforzaron la acción con rejas y postes recién arrancados. Se entreabrió el labio que cubría el teclado. La hilera de marfiles esbozó un rictus final.

Los carabineros conectaron mangueras a la fuente ornamental y el agua piadosamente acalló ese último estertor.
El penacho de humo se inclinó esparciendo hollín, ceniza, astillas.

Olor de ultrajado incienso invadía la atmósfera.

En el asfalto la cicatriz afrentosa. Y huellas indelebles en el recuerdo infantil y en el alma del pueblo.