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Yolanda Bedregal
OBRA - LITERATURA PARA NIÑOS - HISTORIA DEL ARTE PARA NIÑOS





EL ARTE Y SU HISTORIA

Publicado en La Razón, el 3 de abril de 1947

Los hombres que vivieron sobre esta misma tierra hace miles de años no tenían nuestras comodidades, por cierto. Empezaron por refugiarse en “pahuiches”, sobre los árboles, si el clima era benigno, o en cuevas naturales o hechas por ellos, cuando les acechaba el frío o los animales, salvajes. Como no sabían cultivar la tierra ni domesticar animales. Vivían de la caza y de la pesca y a menudo tenían que abandonar sus viviendas en busca de mejores condiciones. Eran, pues nómadas.

Poco a poco aprendieron a sembrar y cosechar, a hacerse acompañar con los animales que les proporcionaban alimento, vestido y ayuda. Entonces pudieron quedarse en un sitio. Sus recursos eran escasos y tenían que aprovechar de cuanto llegaba a sus manos. Así cuando cazaban un reno – esos animales que llevan una especie de percha en la cabeza – o un mamut, abuelo lejano de gris elefante, o un bisonte, tatarabuelo del toro, se comían la carne, hacían ropas del cuero, cuerdas de los tendones, instrumentos de los huesos, - todo eso en forma no muy distinta a la del indio de nuestro altiplano con respecto a la llama.

Y a qué viene todo eso habando de arte, dirán ustedes. Pues sí, y veremos. Antes quiero contarles que fue una niña de cuatro años quien descubrió las primeras pinturas de esos hombres peludos, de largos brazos. Esta niña acompañó a su padre que era arqueólogo – es decir, estudios de cosas antiquísimas – a una gruta en España. A la chica no le interesaban los “fósiles” que buscaban el papá, y se puso a explorar por su cuenta las paredes de la gruta que quedaban a su altura. De repente, sus ojos tropezaron con un enorme toro pintado en la pared. “Toros, toros”, gritó la niña.
Acudió el padre. Se hizo un alboroto frente al descubrimiento. Comunicaron el hallazgo a otros hombres de ciencia quienes, al principio, creyeron que se trataba de un engaño. Menos mal que por ese mismo tiempo se encontraron dibujos parecidos en Francia, Italia, África.

Estas primeras manifestaciones de arte consistían en figuras a veces numerosas de grandes animales en variadas actitudes de movimiento. Estaban dibujadas en el interior de las cuevas con algún instrumento punzante y coloreadas encima con rojo, ocre, amarillo, negro. Sus tubos de pintura no eran probablemente más que canillas en las que mezclaban tierras naturales con la grasa de los animales o huesos quemados; y sus paletas no serían otras que paletillas de reno; sus modelos eran los mismos animales que tenían a la vista y de los que dependía su vida. Habían observado muy bien cada rasgo, cada músculo, cada movimiento. Y sólo así se explica que con pocas líneas, pocos colores, sencillos toques hubieran logrado darles tanta realidad. La actitud de correr de saltar o de estar en acecho o estar quieto es perfectamente exacta en estas pinturas.

Lo que más sorprende en ellas, es que están hechas en lugares oscuros donde sólo podían verse a la luz de una gran fogata o de teas suspendidas. ¿Por qué pintaron principalmente animales en las cuevas donde se reunían esos artistas primitivos? La explicación más aceptable es que sentían una mezcla de temor y admiración por las bestias que les prestaban sus servicios y los amenazaban de muerte; y al fijarlas en sus pinturas, hacían una especie de brujería como hacen los laicas que pinchan con espinas la figura de lo que quieren embrujar. En estas prácticas artísticas y a la vez mágicas, estaba naciente el sentido religioso. Más tarde veremos que la religión y el arte caminan de la mano.

Estos hombres primitivos adornados con plumas y cubiertos de pieles pintados como los salvajes de hoy hicieron también algunas esculturas muy rudimentarias en hueso, piedra o madera. Sólo muchísimos años después aprendieron a usar el fuego para hacer cocer vasos, platos y figuras de greda. Descubrieron también el uso de los metales, cobre, hierro, bronce. Sin embargo, lo que hicieron entonces, no se compara a los dibujos vividos y bien observados de animales hallados en las cavernas.