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Yolanda Bedregal
OBRA - ENSAYOS - ENSAYO I

HOMENAJE A JUAN FRANCISCO BEDREGAL

Honorable Alcalde, autoridades y personal de la Municipalidad Paceña, señora presidenta y socias de Amigos de la Ciudad, señora directora de la escuela Juan Francisco Bedregal.

No quiero alargar este homenaje de jerarquía intelectual, emocionante para los que estamos ligados por la sangre también a Juan Francisco Bedregal, con todo lo que decir quisiera para agradeceros.

Cuando la patria está pasando horas de angustia, acaso de vergüenza, una actuación como ésta es significativa y consoladora. Quiere decir que, por encima de los percances dolorosos y transitorios que teje la historia, permanecen los valores del espíritu. Que el nombre de un maestro, de un escritor y de un hombre bueno por excelencia como Juan Francisco Bedregal acude a la memoria y a los labios como símbolo de consuelo y de esperanza. Que no se siembra en vano en la tierra amada, que perdura la palabra y el ejemplo, y que se puede tener fe en un pueblo que sabe recordar a un poeta.

Mi padre amó Bolivia, se sentía en su casa en cualquier rincón de ella; y si amigo de los hombres más representativos, también sentía en cada ciudadano al hermano igual a todos.

Sabía que de cada uno, por humilde que sea y por modesta que sea su labor, depende el destino y la dignidad colectiva. Sabía el triste, grande y manso corazón de Juan Francisco Bedregal que el hogar, el aula, las calles eran su cátedra cotidiana del honor, la recta enseñanza ética, la sabiduría del alma, la dignidad y no de la fría erudición o la conquista del éxito pasajero.

Estoy segura de que desde lo Alto hoy nos sonríe viéndonos congregados a discípulos y amigos, y aun a los que sólo lo conocieron por la tradición de su ciudad paceña, donde su figura era familiar y querida como la del monte tutelar.

Más grato aún para él que sea una institución femenina la que auspicia este homenaje, pues él tuvo una reverente admiración por la mujer. Grato ver militares, honorables catedráticos, escritores, gente joven reunidos en su nombre, como otrora viera reunidos alumnos y amigos contertulios.

Sinceramente, agradezco conmovida y felicito a las organizadoras, a los oradores, a cada uno de los que nos honran con su presencia esta mañana. Me atrevo a decir también que las alusiones de este acto, enaltecen a quienes las pronunciaron, pues sólo en almas grandes cabe la nobleza de proclamar méritos ajenos.

Queda todavía una grande lágrima por su ausencia, que es a la vez presencia perenne y en nuestro pecho evocando al padre, al amigo y al maestro, renovamos su enseñanza: la de servir, como lo hizo él, con todo el corazón, con toda la fe a esta Bolivia gloriosa y dolorida que todos amamos.

Gracias, amigos todos, gracias.

Publicado en el Tomo I de Ensayo, Obra Completa de Yolanda Bedregal. Plural Editores. La Paz, mayo de 2009. P. 373-374.