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Yolanda Bedregal
OBRA - ENSAYOS - ENSAYO I

LA POESÍA ES TAMBIÉN UN ALTO MAGISTERIO

En este plenilunio de claveles y campanas, la ciudad, testigo de heroicidades y de líricas hazañas, abre un paréntesis de fiesta entre las preocupaciones, peligro e inquietud de la Patria, para amadrinar un evento primicial en la historia de Bolivia: hacer homenaje colectivo a los poetas y convocarlos a analizar problemas del espíritu.

Habrá quien diga que un congreso de esta índole carece de importancia. Pero pensad, amigos, que no solamente gobernantes obreros, soldados, mineros, campesinos, crean y desarrollan el cuerpo vivo de la Nación. Son también, y acaso en más alto grado y con mayor trascendencia, los intelectuales, profesores, artistas, poetas, portadores de ideal, que se hace realidad en el común obrar.

Polvo y olvido empañaron a los poderosos reinos: gloria y poder personal pasan con el viento, sólo la obra de arte permanece. La palabra –del más frágil material entre otros– es la creadora de doctrinas eternas, de leyendas, de poemas que el tiempo no destruye.

El gran poeta Hölderlin dice: “Por la poesía y poéticamente es como el hombre ha hecho habitable la tierra”.

Por mandato de los jóvenes, el Ministerio de Educación ha reconocido hoy que la poesía es también un alto magisterio, digno de reconocimiento. Lo prueba, todavía más, que quienes somos objeto de este vuestro homenaje han estado o aún estamos en el ejercicio universitario o educacional.

No es simple coincidencia, es la comprobación de que todo poeta, directa o indirectamente, es también maestro, magíster en el juego apasionado de la vida que es anhelo, creación y realización.

En las edades griegas, o en países de avanzada cultura, coronar poetas era natural obligación y grande honor para el magistrado y para el pueblo que lo decidía. En nuestros tiempos de maquinismo y afanes materiales, resulta insólita actitud y, al mismo tiempo, halagadora y promisoria de esperanza. Sólo del noble sueño surge la noble acción.

Tenía que ser Sucre, la culta, huerta propicia donde cuajara el generoso deseo de los organizadores de este congreso para que el supremo Gobierno otorgara condecoraciones al pecho humilde y también heroico del poeta.

Haciendo el recuento del destino de nuestros escritores, vemos que son más las penurias, los sinsabores, las ingratitudes, que los momentos de júbilo o público reconocimiento compartido que les tocó vivir.

El poeta, el escritor, por ser tal, por haber recibido el don de convertirse en boca de su pueblo, tuvo el sino alto y peligroso de cantar a la verdad, la belleza y el bien. Y justamente por ello sufrió padecimiento, pobreza, exilio, desesperanza y alguna vez hasta fusilamiento.

Si el escritor cosecha sus recónditos, íntimos laureles, no sabe el mundo que ellos fueron cultivados con dolor y sangre, y que sobre ellos cayeron muchas lágrimas. Aun aquellas coronas de oro –como en la frente de la egregia Zamudio–, fue oro sólo como símbolo de valor y de transfiguración de la corona de espinas que le ciñó la vida.

¿Y no fueron de luto los laureles de nuestra María Josefa Mujía? Sí, amigos míos, no creáis que el camino de los poetas está lleno de sol. La luz que regalan los poetas es la alquimia de sus noches más oscuras.

Por eso cuando como hoy llega el reconocimiento afectuoso del pueblo, una sonrisa de placidez y de optimismo nos hace vislumbrar días serenos para la Patria, porque así verificamos que no es vana la belleza, que la palabra no es estéril; que el espíritu mantiene su imperio bienhechor por sobre nuestras horas cotidianas, a veces turbias, a veces angustiadas, pocas veces felices.

Suele llegar la hora, es cierto, en que para los poetas hay flores, discursos, duelo. Pero generalmente es aquella a la hora tardía, cuando los ojos miran a la eterna distancia, los oídos están en la música de otras esferas. Entones es inútil la fragancia, la forma abstracta, inútil el elogio y el panegírico que no alienta ya. ¿Para qué entonces el triste homenaje que no ayuda a vivir? ¡Voces vivas, vivientes, manos cálidas, manos amigas, deben ser las dadoras del regalo; las que nos acompañan en el canto que expresa lo que sentís todos vosotros, lo que intuís, lo que queráis decir y no llegáis a formular! Somos pues, vuestra propia voz y la queremos viva y cálida en coro unánime.

Mis colegas –por mujer, o por ser más pequeña– me han delegado el privilegio de ser portadora de su agradecimiento. Lo hago con profunda emoción, a la joven generación que tuvo la iniciativa de este homenaje; a la abuela Universidad, a las ilustres instituciones que con su ayuda hicieron posible realizarla; a las damas que han puesto su noble corazón y sus empeños para hacernos aún más grata nuestra estadía.

Agradezco al público gentil que nos acompaña, mostrándonos solidaridad en el quehacer literario y en el anhelo cordial de acercamiento de todas las regiones de la Patria.

Señor Rector, representante del Gobierno en este acto, transmitid nuestro reconocimiento a las autoridades por esta distinción con que nos honran a seis poetas de Tarija, Santa Cruz, Potosí, Cochabamba y La Paz, y decid que este gesto es también honroso para quienes conceden el galardón y que, dando, también ellos reciben.

Decid que estas condecoraciones concedidas a nuestros nombres las consideramos extensivas a todos los poetas bolivianos, que tienen igual derecho e iguales méritos que quienes hoy las recibimos conmovidos.

Hermanos poetas, para vosotros es la medalla que hoy recibo. Yo os la guardo y os agradezco el haberla confiado a mi corazón, que os pertenece fraternalmente por la poesía y por la vida.

Una vez más, a todos los que nos acompañáis en este momento de júbilo y emoción.

Gracias.

Que sea fecundo vuestro ejemplo y que así como hoy estamos unidos en un lírico evento, también lo estemos, firmemente, para cumplir en todos los trances duros de gloria o de sacrificio que depare el destino a nuestra Patria.

Publicado en el Tomo I de Ensayo, Obra Completa de Yolanda Bedregal. Plural Editores. La Paz, mayo de 2009. P. 33-35.

(Nota)Publicado en El Diario (9 de julio, 1967). Discurso leído por la autora en el I Congreso Nacional de Poetas, realizado en Sucre en julio de 1967 y cuando se le impuso la Orden de la Educación, en grado de oficial, junto a Raúl Jaimes Freyre, Octavio Campero Echazú, Raúl Otero Reiche, Javier del Granado yGuillermo Viscarra.